10 de diciembre de 2008

Noche Azul

XV
LO SIENTO FUE UN ERROR
NOCHE AZUL

Sus ojos se empañan por las lagrimas que caen desconsoladas hasta el suelo, nuevamente se siente inútil, nuevamente a sido derrotada por él, por aquel que quiere el mundo.

-Maldito

Lo maldice con todas sus fuerzas, esperando que el Dios de los cielos castigue a ese demonio de los infiernos… pero… si el Yaotl tiene razón, si lo que él cree es verdad, entonces él es el ángel de dios, y tal vez lo mejor sería rendirse, tal vez lo mejor sería dar marcha a tras, pero no, no puede ser así, él no va a ganar, ella no le permitirá que desangre la tierra y lo destruya todo.

-Te destruiré aun que sea lo último que haga.

Con los ojos llenos en lagrimas la Dame se levanta dispuesta a continuar su batalla, limpia sus mejillas con un pañuelo de fina seda, tan suave como su piel, mira al cielo y agradece su determinación, si alguien vencerá al demonio será ella.

-Como va todo

La voz siniestra y oscura se escucha por el comunicador, Huitzilopochtli solo mira aquel rostro inexpresivo que se muestra en la pantalla.

-Ella tenía un As bajo la manga

Dice con trémula voz el general, el Yaotl sabe bien de qué habla el joven guerrero, no hay cosa que escape a su conocimiento.

-y que harás

Cuestiona aquel demonio poniendo a prueba a su pupilo, Huitzilopochtli se detiene un momento, no importa que conteste, el Yaotl lo aceptará a él no le importa la guerra, solo es un juego más.

-Atacar por tierra, sus defensas no soportaron ataques constantes, son hombres contra maquinas

El monarca sonríe y acepta la opción, como lo espera Huitzilopochtli, no importa que dijera el Yaotl lo aceptaría, la comunicación se corta y el guerrero prepara las tropas para la batalla, mientras ve el mapa de la zona dibujarse frente a sus ojos, aun con Heracles no sobrevivirán más de 30 días.

-listos

El canal de la mancha les abre sus aguas, aguas heladas por lo inclemente del clima, casi congeladas, pero seguras de los ataques del Yaotl, sin embargo la dama y los dos caballeros, uno de cabellos marrón y otro de cabellos dorados saben que no pueden perder momento alguno, el monarca y sus tropas les siguen los talones, pueden escuchar lo lejano de las explosiones y el avance de las tropas.

-no hay tiempo que perder, deben embarcar

El general de la división les da indicaciones a los jóvenes quien voltea a verlos con esperanza en sus ojos, el hombre es viejo, ha vivido los horrores de esta guerra recordando frescamente las virtudes de la extinta era, Sophi casi le compadece, si no fuera por que para ella solo han existido los últimos años de destrucción.

-qué será de usted y sus hombres

Cuestiona Víctor mirando al general, que solo responde con una apagada sonrisa, darán su vida por ellos, por la esperanza que Sophi representa, por esa posibilidad, por el destino que han puesto en sus manos, la embarcación los aguarda, es modesta, casi descuidada, el chico de ojos azules teme que no sea suficiente para soportar el viaje, pero no hay otra alternativa es acompañar a Sophi o morir en la espera de un mañana.

-aléjense lo más que puedan de la horilla, una vez en aguas profundas la Cuaomis no les seguirán, le Dame lo ha prometido así.

La fe ciega de los hombres en su guía no da confianza a Sophi, pero si a Alex y Víctor que tal vez miran en la dama una figura maternal, una imagen semejante a las diosas de la antigüedad que protegían a los guerreros y los consolaban en su perdidas. El ruido del motor sacude los pensamientos y la embarcación comienza a perderse en el horizonte, los jóvenes ven como el muelle desaparece en llamaradas mientras se alejan, las Cuaomis los alcanzaron llegaron a la horilla del mar y seguramente acabaron con todos, Ahora más que nunca la chica sabe que debe cumplir con el destino que le ha sido encomendado, por aquellos que han muerto creyendo que ella un niña huérfana puede hacer la diferencia en el mundo.

-No sobreviviremos mucho tiempo, si los ataques continúan así pereceremos.

Los comandantes y generales de la resistencia pierden la esperanza, mantener incluso la capital es difícil, el ejercito del Yaotl arremete con fuerza día y noche si cesar, los hombres están cansados y sin la Dame para guiarlos pierden la esperanza, solo aquel varón de ojos negros y barba cerrada confía en que de alguna manera algo los protegerá.

-Heracles se prepara para la defensa, solo necesita tiempo

Dice el general en jefe, los hombres vacilan, no confían en que seis extraños muchachos puedan defenderlos, ni la élite de Paris sobreviviría a la tenacidad de los recientes ataques, pero el joven líder no se desanima, si la Dame dijo que vencerían no importan si dan sus vidas para que eso se logre.

-de todas formas no tenemos otra opción que morir, será mejor morir peleando

Un chico de veinte años con una picara sonrisa y audífonos en sus oídos hablo a los grandes generales, era ciertas sus palabras, Julián se alegro al mismo tiempo que se preocupo de verlo, los generales y guerreros quedaron complacidos con esas palabras, era verdad las Cuaomis los tenían sitiados, no había forma de escapar, lo único que podían elegir era como morir, y eso solo tenía una respuesta morir peleando.

-qué haces aquí

Cuestionó Julián, una vez que el lugar se vació, Darío sonrió con su peculiar forma perversa de ser.

-vamos no creías que te dejaría toda la diversión, además tengo orgullo alemán, luchamos hasta el final

El mayor sonriendo asintió, así era lucharían hasta el final y si había que morir era un honor hacerlo al lado de un amigo. El olor a sal del mar le disgustaba tanto a Circe tal vez porque es lo último que recuerda de su patria, el olor a mar que inundaba sus pulmones cada noche, olor traído por el viento.

-mar, solo basta con que un hombre sumerja sus pies en la playa y que no agrada a las Cuaomis y estas tienen ordenado no atacar, por qué les da ese privilegio.

Cuestiona la chica mientras siente como el agua salada mojas sus botas, la playa es rocosa, escarpada y peligrosa, así como sus aguas frías y lejanas, nada que ver con las aguas del mediterráneo que en verano son cálidas y sus playas repletas de arena.

-nada puede vivir por siempre en el mar, tienen que pisar tierra tarde o temprano.

Agrega un chico pelirrojo y de azules ojos mientras mira a la dama, también le desagrada el mar y la idea de que el Yaotl tenga prohibido atacar en las aguas.

-no podemos regresar sin nada, habrá que seguirlos hasta que lleguen a puerto, apuesto que irán hacia el sur, en el norte ya no hay nada.

Agrega Circe, no se arriesgará a regresar con las manos bacías y despertar la ira del emperador, y el otro joven concuerda con ella, no tiene caso el arriesgar así sus vidas, lo mejor será seguir la ruta de la embarcación y prepararse para cuando toque tierra por suministros o combustible.

-Increíble

Nahomi ve extasiada la hermosura de la capital del imperio de Tezcatlipoca, la belleza de las calles de obsidiana, plata y mármol, hace que cualquier otra metrópoli de cualquier otra época parezca un simple pueblo a comparación de este monumento a la grandeza del imperio, una elite de gente privilegiada vive tras los muros de esta ciudad, ajenos al bullicio de la guerra y el caos en el mundo, estos hombres y mujeres viven vidas plenas rodeados de lujos y extravagancias, la chica no puede creer que exista un lugar así, siempre se imagino las sombras del imperio como ciudades desbastadas, donde el emperador infundía el temor entre sus habitantes, no esperaba esta civilización floreciente donde la ciencia es un arte que se perfecciona día con día.

-Te gusta, no es hermoso, es mi utopía

El monarca mira complacido la cara de sorpresa de la joven, que por un momento a quedado prendada de aquel paraíso, de aquella excelsa cultura, olvidando que ellos viven en esa comodidad mientras el mundo muere de hambre.

-hay trece ciudades como esta en todo el mundo, son para aquellos que han elegido seguirme incondicionalmente, aquí no existe la guerra, el hambre, o la muerte, todos son felices.

Dice aquel autoproclamado dios acercándose a los oídos de Nahomi, seduciéndola con promesas de paz y tranquilidad, pero entonces la chica se topa con un par de ojos, un par de grises ojos, que revelan el misterio.

-podrás tentarme pero yo conozco quien eres.

Tras ver a la Dame la chica recuerda quien es, y que ha vivido, y se aleja de aquel demonio y de sus dulces palabras. Tezcatlipoca ríe al ver correr a la joven como una pequeña niña que se refugia en las faldas de su madre.

-los has educado bien

Dice el monarca, dirigiéndose a la Dama, que solo le mira con odio mientras ambos caminan por aquellas calles de seductora y bella apariencia, Nahomi a pesar de no desear ser engañada con promesas huecas, no puede sentirse abrumada por la belleza del lugar.

La luna sobre las olas se ve enorme, en su bello color azul, ilumina la noche, no se ve nada alrededor, se sabe que tanto a su derecha como a su izquierda uno que otro risco o pedazo de tierra puede ser observado, pero la oscuridad con la que los envuelve la noche en el mar es tan abrazadora que parece no existir nada más que las aguas que se mesen a suave compas, la noche es tranquila y solo esta como música de fondo el ruido de las olas.

-es lindo o no

Cuestiona a la vez que opina un caballero de ojos marrón, Sophi le mira en aquella noche, y si la luz le permitirá ver, vería el rojo de sus mejillas al toparse con la mirada violeta de la chica.

-si, es muy romántico

Dice la joven, Alex le mira detalladamente, de nuevo la luna es su único testigo y por ese momento se han olvidado de todo y de todos, solo existe el mar, la luna y ellos.

-es tan tranquilo.

Agrega la chica respirando profundamente, dando una tranquilidad casi extraña a su alma, hace mucho que no sentía tanta paz en su corazón, sabía que estaba segura, que nada la perseguía, aun que eso no fuera del todo cierto, el mecer de las olas le da paz, la tranquilizaba, tanto que no sintió la mano de Alexandro cuando le tomó suavemente, se miraron en un momento mágico, alumbrados por la luna, mirando las ondas que el barco dejaba en la tranquila mar, con el fresco aire de la noche, y la suavidad del tiempo.

-que haces

Fueron las palabras proferidas por Víctor al mirar la escena, no daba crédito a lo que miraban sus ojos, Sophi besaba a Alex, en un beso profundo, un beso de un momento. La chica corrió tras el otro hombre que se encerró en su camarote, con ira en sus puños y celos en sus ojos. Alex simplemente se quedó en la cubierta mirando la luna y tratando de saber que había pasado, seguramente era la noche la que los sedujo, si, fue eso, el momento y nada más que eso.

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